jueves, 30 de septiembre de 2010

Receta de galletitas especiales de vainilla



     Dos yemas de huevo, doscientos gramos de manteca, ciento cincuenta gramos de azúcar, ralladura de limón o esencia de vainilla, De harina, doscientos cincuenta gramos y un poco de leche, por si la llego a necesitar.
     Ya tengo todo para empezar las galletitas que me pidió Matilde. 
     Mira vos, después de tanto tiempo, aparecer de nuevo como si nada hubiera pasado. Pedirme, para colmo, las galletitas que tanto les gustan y que no pudieron volver a probar por todos estos años de vivir en Miami
     ¡Yo no puedo comprender como Mingo los perdonó!
     ¡Que tonta, puse dos huevos en vez de dos yemas! Veré como lo arreglo.
     ¡Cómo lloraba Doña Antonia cuando se dio cuenta de que les había firmado el poder cediéndoles todos los derechos para vender la casa y cobrar la plata! Casi se muere la pobre.
     Voy a ponerle un poco más de azúcar para que salgan ricas. A pesar del enojo yo también voy a comerlas.
     ¡Y la hipoteca que tuvo que sacar Mingo para afrontar la enfermedad de la madre y que no se le muera de tristeza! ¡Años pagando cuotas interminables para no quedarnos en la calle! Casi perdemos todo. La pobre se murió igual de tristeza llorando a ese cretino que la estafó y que ni siquiera vino para que ella pudiera despedirse ni para enterrarla.
     Ya mezclé los huevos, la manteca, el azúcar y la vainilla. Mejor me fijo en lo que estoy haciendo, porque con la bronca que tengo hago macanas.
     Y ahora, encima de que están repodridos en plata, ¡quieren que Mingo les salga de garante para ponerse una empresa de exportación e importación con el cuento de que lo van a poner de representante!
Y éste se cree que el hermano vino a resarcirse y le va a firmar los papeles nomás. ¡Es cosa de no creer!
     Demasiado huevo, no me alcanza la harina, ¡que macana! Tendré que esperar a que abra Doña Cata para comprar más. A no ser...


     Delia va hasta el depósito en el que su marido guarda las cosas que no quiere tener en la casa: artículos de jardinería, pinturas, herramientas…
     Se coloca las lentes para ver de cerca y toma un tarro verde. Alcanza a leer “para cucarachas y hormigas”.
     Vuelve a la cocina cantando una melodía que le recuerda tiempos ya idos y mejores.
     Se coloca los guantes de goma y esparce el letal polvo sobre la masa, supliendo la escasez de harina.
     Desde el horno la cocina se inunda de tentadores olores que disimulan la muerte.
     Se sienta a la mesa. Prepara el mate.
     Se queda esperando a su marido, a su cuñado y a Matilde, mientras mira, impávida, la novela preferida de la tarde.


    
 Silvia Carmen Mendoza




      
    

    
    




    

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